Carlo Ratti

Carlo Ratti

3 Dic, 2020

¿CÓMO SERÍA LA OFICINA DE LA
POST-PANDEMIA?

A mediados de mayo de 2020, Twitter se destacó convirtiéndose en la primera gran empresa que, en plena pandemia de la COVID-19, concedió a sus empleados el derecho a trabajar desde casa, para siempre. Nadie estará obligado a volver, incluso una vez se haya superado la emergencia sanitaria.

El confinamiento global se ha convertido en uno de los experimentos más ambiciosos de trabajo a distancia en la historia de la humanidad. El anuncio de Twitter aumentó los temores a que la pandemia acabe provocando, con el tiempo, la desaparición de la oficina propiamente dicha. Pero, ¿de verdad va a suceder esto?

Lo cierto es que esta misma predicción ya se había hecho mucho antes del último brote de coronavirus. Hace unos cincuenta años, el teórico urbanista Melvin Webber predijo que "por primera vez en la historia, sería posible vivir en la cima de una montaña y, al mismo tiempo, mantener un contacto íntimo, en tiempo real y realista". Medio siglo después la profecía se ha hecho realidad. El distanciamiento social nos ha obligado finalmente a subir a la cima.

Sin embargo, no creemos que las oficinas vayan a desaparecer, ni que deban hacerlo. Los datos procedentes de una investigación realizada por el M.I.T. antes y durante la pandemia nos indican que cuando nuestras vidas están dominadas por interacciones virtuales echamos en falta algo. Con el trabajo a distancia, nuestras redes personales empiezan a reducirse y, según va pasando el tiempo, sufrimos un empobrecimiento creciente en nuestras relaciones sociales.

Las conexiones más débiles, más allá de nuestros círculos cercanos, han sido las más afectadas. "La fortaleza de los vínculos débiles", una teoría formulada por el sociólogo Mark Granovetter en 1973, resulta crucial para entender cómo se difunden las ideas y nacen comunidades a lo largo de grupos grandes. Además de los fuertes vínculos que mantenemos con amigos, colegas y familiares, también establecemos vínculos débiles, relaciones con conocidos casuales.

No creemos que las oficinas vayan a desaparecer, ni que deban hacerlo

Los vínculos fuertes generan redes densas y superpuestas; así, tus amigos íntimos también son, por regla general, amigos íntimos entre sí. No obstante, en muchas situaciones nuestros vínculos débiles son aún más importantes, ya que nos conectan con una gama de personas mucho más amplia y con círculos sociales completamente separado (o "burbujas", como se diría en la jerga de Internet). Resulta más probable que estas personas nos pongan en contacto con nuevas ideas, nos hagan replantearnos nuestras ideas preconcebidas y tomar conciencia del mundo existente más allá de nuestros vínculos más fuertes. Nos ayudarán a encontrar nuevas oportunidades de trabajo y adaptarnos a las nuevas innovaciones. En pocas palabras, los vínculos débiles son el pegamento que nos mantiene unidos como una comunidad más amplia.

En el M.I.T. hemos estudiado la forma en la que el trabajo en casa durante la pandemia está afectando a la formación de vínculos débiles. Mediante datos anónimos recabados desde los servidores de correo del Instituto, vemos que los estudiantes, profesores y administrativos están intercambiando más mensajes con un grupo de personas más reducido. Extrapolando estas conclusiones a la sociedad en general, sabemos que durante el confinamiento de 2020 hemos dedicado más tiempo a nuestras familias en casa y a nuestros amigos íntimos mediante FaceTime, Skype o WhatsApp. Mientras tanto, nuestros conocidos se han escabullido entre las grietas.

Los resultados anteriores son preliminares y tendrán que ser validados por una revisión por pares. Mientras sigamos enfrascados en nuestras interminables llamadas por Zoom, podremos obtener más datos acerca de lo que este cambio en las relaciones sociales trae consigo. Con todo, ya sabemos lo suficiente como para lanzar algunas hipótesis. Una consecuencia de la socialización online podría ser la polarización política. Granovetter postulaba que los vínculos débiles en el mundo real son indispensables para tener una vida ciudadana saludable. Son el agente clave para mantener la confianza, el entusiasmo y el entendimiento mutuo entre personas con creencias diferentes. En cambio, Internet nos permite seleccionar lo que vemos y con quién hablamos, un hábito fomentado, además, por los algoritmos digitales que refuerzan nuestras conexiones con las personas más afines a nosotros.

Huelga decir que ni en las oficinas compartidas ni en la calle podemos hacer clic en un filtro y descartar a los vínculos más débiles. Estas son las situaciones que promueven contactos en persona de valor incalculable para crear una sociedad fuerte. Si este fuera el caso, sería importante regresar a la antigua oficina y perfeccionar ese espacio para mejorar nuestra cohesión social. En el s. XXI se han puesto en marcha algunos cambios, como los campus y coworkings de Silicon Valley que fueron el siguiente paso al cubículo aislado, del que Jacques Tati se burló en su película Playtime de 1967.

La transformación de las plantas tradicionales de oficinas en espacios más abiertos y dinámicos estimula el flujo de ideas y las relaciones sociales. Los investigadores lo llaman el "efecto cafetería": cuando las personas almuerzan juntas se crean vínculos débiles con gran facilidad.

La transformación de las plantas tradicionales de oficinas en espacios más abiertos y dinámicos estimula el flujo de ideas y las relaciones sociales

En cuanto al espacio urbano, su densidad y diversidad ofrece una mayor variedad de vínculos débiles que cualquier otro lugar. Hemos comenzado a expandir nuestras vidas de trabajo físico más allá de un rígido horario de nueve a cinco y un solo edificio, ya sea nuestro salón o nuestra antigua mesa de oficina. Cuando la pandemia finalice y todos los cafés, parques y bibliotecas vuelvan a abrir, deberíamos empezar a buscar alternativas al lugar de trabajo tradicional. Además de darnos libertad para trabajar desde casa, la tecnología también nos permite trabajar desde muchos lugares diferentes. Con este fin, proponemos una vida laboral multimodal, dirigida a fomentar los vínculos débiles, con el objetivo de revitalizar nuestro tejido social e intelectual.

Mientras tanto, se podría adoptar un enfoque más matizado. Estos vínculos débiles beneficiosos que facilitan el intercambio recíproco de ideas en circunstancias normales también son letales para la propagación de la COVID-19. La interacción con simples conocidos tuvo que interrumpirse para minimizar las vías de contagio. De hecho, el modelo de propagación de enfermedades presenta un patrón muy similar en términos matemáticos al modelo de propagación de ideas en las redes. La distancia social, con las comunicaciones interpersonales reducidas solo a los contactos esenciales, nos impide recibir estas valiosas ideas que enriquecen nuestra vida. Por mucho potencial que haya para conocer gente nueva y establecer relaciones saludables con ellas, el mundo real continúa siendo el más adecuado para forjar vínculos débiles. Cuando resurjamos de la última ronda de restricciones, será más importante que nunca remendar esas redes de lazos débiles que se han roto.

No estamos seguros de cuántas empresas seguirán el ejemplo de Twitter, pero lo que es seguro es que las oficinas no volverán a ser iguales. Esto podría beneficiarnos si prestamos más atención a las cosas que hacen que nuestros lugares de trabajo sean valiosos: su capacidad para producir vínculos fuertes y débiles de forma simultánea. De confirmarse nuestros primeros resultados en el M.I.T., es probable que la cima de la montaña de Webber no sea el mejor camino de aquí en adelante. Más bien, a medida que reiniciamos nuestras vidas tras la pandemia, deberíamos empezar a descender a campo abierto y unirnos al variopinto colectivo de vínculos débiles, a fin de permitir que las nuevas ideas se difundan y florezcan.

Carlo F. Ratti, es un arquitecto, ingeniero, inventor y profesor italiano, que imparte clases en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde dirige el Senseable City Lab, un grupo de investigación que explora cómo las nuevas tecnologías están cambiando la forma de entender, diseñar y vivir las ciudades. Es socio fundador del estudio internacional de diseño e innovación Carlo Ratti Associati y sus trabajos se han expuesto por todo el mundo, incluyendo la Bienal de Venecia, el MoMA de Nueva York, el Science Museum de Londres y el Museu del Disseny de Barcelona. Tres de sus proyectos — Digital Water Pavilion, Copenhagen Wheel y Scribit — fueron elegidos "mejores inventos del año" por la revista Time. La revista Wired lo ha incluido en su "Smart List: 50 personas que cambiarán el mundo". En la actualidad copreside el Consejo para el Futuro del Mundo dedicado a Ciudades y Urbanismo en el Foro Económico Mundial y sirve en la Comisión Europea como asesor especial en Innovación Urbana.