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- Tribuna -

23.09.2022

Ignacio Galán: "La crisis energética mundial hace que los argumentos a favor de las renovables vayan más allá del cambio climático"

El mundo lleva mucho tiempo hablando de acelerar la acción climática. Con la Asamblea General de la ONU y la Semana del Clima de Nueva York en pleno apogeo, la palabra "aceleración" sigue ocupando un lugar destacado en las agendas de muchas de las reuniones. Entonces, ¿por qué, como declaró la semana pasada el Secretario General de la ONU, António Guterres, la acción climática se está estancando? ¿Y qué hay que hacer para que el mundo despierte y pase a la acción?
 
Es cierto que la transición energética se enfrenta a fuertes vientos en contra. El COVID, y la invasión de Ucrania por parte de Rusia, han impactado en los mercados y las economías mundiales como nada en los últimos tiempos. Con el impacto en las finanzas nacionales, y los choques económicos que afectan a todos en la sociedad, algunos han planteado dudas sobre la necesidad de acelerar la transición energética.
 
Estas nuevas dudas se suman al hecho de que el progreso mundial hacia la descarbonización ya era más lento de lo necesario. El 80% del consumo energético mundial se sigue cubriendo con combustibles fósiles, frente al 20% de electricidad. E incluso, el 60% de esta electricidad se produce con carbón, gas natural y petróleo. La AIE prevé que entre 2021 y 2026 el mundo verá entrar en funcionamiento un 60% más de energías renovables que en los cinco años anteriores. Pero la AIE también señala que esta tendencia no va por buen camino para cumplir su propio escenario Net Zero para 2050.
 
El hecho de que el cambio global hacia las energías limpias se esté produciendo a un ritmo de trote en lugar de la necesaria carrera de velocidad debería alarmarnos a todos.
 
Sin embargo, hay verdaderos faros de luz. Hasta ahora, los indudables efectos positivos de las energías renovables sobre el medio ambiente han eclipsado los demás beneficios de la electricidad limpia: autosuficiencia energética, mejora de la balanza comercial y oportunidades de desarrollo industrial. Por último, pero no menos importante, el cambio a la electricidad renovable reduce los costes energéticos, mejorando la competitividad. Estos beneficios están empezando a recibir por fin la atención que merecen.
 
Ya se han colocado importantes piezas del rompecabezas de la transición energética, y otras se están uniendo, impulsadas por los actuales acontecimientos geopolíticos. En los últimos dos meses, muchos de los grandes emisores -Estados Unidos, la UE y Australia- han aumentado sus ambiciones en materia de implantación de energías limpias. Las empresas privadas también están invirtiendo a niveles récord para aumentar drásticamente la entrega de proyectos de energía limpia, y hay un creciente interés de los inversores por proporcionar financiación verde. Iberdrola, que ya es líder mundial en energías renovables y redes eléctricas con 40.000 MW en funcionamiento, pretende duplicar con creces su capacidad de energías renovables en sólo una década.
 
Siguen existiendo importantes obstáculos. Las políticas y normativas locales, nacionales e internacionales no suelen estar alineadas. Por ejemplo, todavía se puede tardar más de cinco años en obtener los permisos de una amplia gama de autoridades para un gran proyecto de energía limpia que puede construirse en sólo 12 meses. Los procesos administrativos no deberían durar cinco veces más que el proceso de entrega de los megavatios verdes que se necesitan con urgencia o el refuerzo de la red para distribuirlos. Además, el intervencionismo de algunos países de la Unión Europea desalienta las inversiones, frenando el crecimiento de las renovables y la propia transición energética.
 
Hay algunas mejoras evidentes que pueden realizarse rápidamente para reforzar los marcos económicos, políticos y normativos en la mayoría de los países del mundo para acelerar las inversiones en energías renovables. La Universidad de Columbia está trabajando en un nuevo informe que pretende ofrecer a los responsables políticos una visión más nítida sobre cómo superar los obstáculos que dificultan la ampliación de las energías renovables y las infraestructuras de red y almacenamiento.
 
A pesar de todas las ambiciosas declaraciones realizadas desde París en 2015, hay muchos países en todo el mundo en los que se han cometido errores de política, o en los que el valor y el sentido de la urgencia se han desvanecido, en beneficio de los que querrían que nada cambiara. Pero los errores son oportunidades de aprendizaje, y el informe pretende dejar claro dónde están esas oportunidades.  
 
Los responsables políticos de Nueva York deberían reconocer esta semana que los actuales vientos en contra son, de hecho, la última señal de alarma necesaria para demostrar que la transición energética debe avanzar mucho más rápido. La perturbación de los mercados de combustibles fósiles puede arrojar una nube oscura sobre todo el mundo. Es hora de redoblar la apuesta por la electrificación a través de las renovables, las redes y el almacenamiento. Esta es la respuesta a muchos de los problemas actuales, no sólo en la descarbonización, sino también en las áreas de asequibilidad, autonomía energética y seguridad del suministro. 
 
Los hechos demuestran que la dependencia excesiva de los combustibles fósiles es la causa de la crisis climática, responsable de la emergencia energética actual y de las anteriores, y en gran medida culpable de varios periodos de turbulencia económica. Tenemos ante nosotros una alternativa creíble que puede aliviar la crisis climática, mejorar la seguridad energética y aportar amplios beneficios económicos. Debemos superar los obstáculos y errores que están minando la aceleración de las renovables.
 
La electrificación a través de las energías renovables es la única manera de que los países dispongan rápidamente de una energía segura, limpia y barata.

 

*Este artículo apareció originalmente en Fortune.com