El plástico en los océanos

El plástico en los océanos, un problema que llega a lo más profundo

Naturaleza Acción social Plástico

El plástico ha llegado al punto más hondo del planeta, un lugar —el abismo Challenger— situado a 11.000 metros de profundidad al que casi ni el hombre llega. Este descubrimiento es la mejor prueba de la magnitud del problema y de que ha llegado el momento de tomar conciencia y hacer todo lo posible para revertir la situación.

plastico abismo
La expedición del estadounidense Victor Vescovo descubrió este mismo año restos de plástico en el abismo Challenger.

El plástico flota a lo largo y ancho de los mares del mundo. De hecho, según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de 2018, el océano recibe cada año la friolera de ocho millones de toneladas de plástico. Pero lo que hasta ahora ni siquiera imaginábamos era que el plástico alcanzara también las profundidades marinas. Un claro ejemplo: en el punto más hondo del planeta, el conocido como abismo Challenger —situado a 10.928 metros de profundidad—, la expedición del multimillonario estadounidense Victor Vescovo descubrió este mismo año envoltorios de caramelos y una bolsa de plástico. ¿Cómo llegaron hasta ahí? ¿Podemos hacer algo para evitarlo? Las preguntas ante este drama medioambiental se agolpan.

abismo challenger
5 curiosidades del abismo Challenger.

 VER INFOGRAFÍA: 5 curiosidades sobre el abismo Challenger [PDF] Enlace externo, se abre en ventana nueva.

¿Cómo afecta el plástico al mar? Principales consecuencias

Hoy se producen más objetos de plástico en el mundo que nunca, concretamente 500 millones de toneladas según Greenpeace. Muchos de ellos plásticos de un solo uso como botellas, bolsas, platos, etc. Cuando nos deshacemos de ellos estos residuos pueden terminar en un vertedero o, en el mejor de los casos, reciclados. El problema es que los datos sobre reciclaje, según esta ONG, no son muy halagüeños: de todo el plástico producido a nivel mundial hasta hoy solo un 9% se ha reciclado, frente al 12% que se ha incinerado y al 79% que ha terminado en vertederos o, directamente, en el medio ambiente.

Cuando nos deshacemos de, por ejemplo, una botella tenemos que tener en cuenta que, muy probablemente, esta acabe en el mar aunque nuestra acción haya sucedido a muchos kilómetros de distancia. Por esa razón, hay que tomar conciencia de las consecuencias de nuestros actos. A continuación, repasamos tres de ellas:

Un mar invadido por el plástico
Según el Parlamento Europeo, en 2018 los océanos albergaban ya más de 150 millones de toneladas de residuos plásticos. Y las perspectivas, si la tendencia no se revierte, son pesimistas: en 2050, según una estimación de la Fundación Ellen MacArthur —organización benéfica especializada en economía circular—, los océanos podrían contener más plásticos que peces.

Pérdidas e inversiones millonarias
Los sectores dependientes del mar sufren las consecuencias. Según la Unión Europea (UE) los daños y pérdidas para el sector de la pesca en 2018 alcanzaron los 61,7 millones de euros. Además, la limpieza de las costas y playas de Europa tiene un coste anual de entre 194 y 630 millones de euros según Joanna Drake, directora general adjunta de Medio Ambiente en la Comisión Europea.

Presencia de microplásticos en la cadena alimentaria
El plástico presente en los océanos va descomponiéndose en microfragmentos que son ingeridos por la fauna marina, lo cual provoca que estos se introduzcan en nuestra alimentación con consecuencias aún desconocidas para la salud humana. En 2016, según un estudio de la FAO, hasta 800 especies de moluscos, crustáceos y peces ya sabían lo que era comer plástico.
 


Cinco maneras de proteger los océanos

Los océanos atraviesan una crisis sin precedentes por el cambio climático, la sobrepesca, la contaminación —donde entran los plásticos— y la destrucción de los hábitats marinos. Estos problemas son generados por la acción del ser humano, pero la buena noticia es que en su mano está atajarlos. La responsabilidad de fabricantes y gobiernos es obvia, pero no podemos dejar de lado el papel del consumidor. Cada pequeña acción, como, por ejemplo, asegurarse de que los residuos se depositan en el contenedor adecuado, es importante. Los consumidores tienen poder y pueden lograr un impacto global.

La forma definitiva de proteger los océanos es tan obvia como compleja de llevar a cabo: reducir el uso y consumo de plástico, especialmente de los de un solo uso mencionados con anterioridad y que son responsables del 49% de la contaminación marina, según datos (2018) del Parlamento Europeo. En línea con eso hay pequeños gestos cotidianos que pueden contribuir enormemente a reducir el plástico en los mares. Por ejemplo:

Cambiar el uso de bolsas de plástico por otras reutilizables de tela o fibra.

Reducir el consumo de vasos, platos, cubiertos o botellas de plástico.

Comprar comida a granel y evitar los productos que lleven envoltorio de plástico.

Optar por tuppers de metal o vidrio en sustitución de los de plástico.

Evitar el uso de cosméticos que tengan en su composición microesferas de plástico.