Desperdicio alimentario

Una nueva dieta para luchar contra la crisis climática

Nuestros hábitos alimenticios contribuyen al calentamiento global, un fenómeno que amenaza con provocar daños graves al planeta. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte de que solo el desperdicio alimentario causa entre el 8 % y el 10 % de los gases de efecto invernadero e insta a cambiar nuestra dieta para revertir esta situación.

Desperdicio alimentario
El desperdicio alimentario tiene lugar desde la producción agrícola inicial hasta el consumo final de los hogares.

Hemos convertido la Tierra en una despensa sin fondo de la que comemos, en muchas ocasiones, por encima de nuestras necesidades. Lo dicen los expertos: a nuestra dieta le sobra carne, pescado, alimentos procesados, grasas, azúcares y lácteos; en cambio, le faltan ingredientes esenciales como la fruta y la verdura. Este desequilibrio, unido a un modelo productivo poco sostenible, ha puesto en jaque nuestra salud y la del planeta, sometido a un estrés alimentario sin precedentes.

El desperdicio alimentario y la crisis climática

No solo producimos de más, sino que también malgastamos muchísima comida. Se estima que los alimentos que se pierden y desperdician podrían alimentar a 1.260 millones de personas hambrientas cada año. Mientras tanto, el hambre en el mundo afectó a alrededor de 9,2% de la población mundial en 2022 y los gases de efecto invernadero (GEI) derivados de la industria alimentaria suponen un tercio del total de las emisiones totales que han propiciado la crisis climática actual.

Los datos anteriores corresponden a los últimos estudios publicados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que estima además que la pérdida y el despilfarro causa entre un 8 y un 10% de las emisiones de los gases responsables del calentamiento global de alimentos. Según la organización, este desperdicio alimentario contribuye a un clima inestable y a fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones, lo que a su vez repercute negativamente en el rendimiento de las cosechas y en la calidad de los cultivos.

Por ejemplo, en 2021 la FAO reveló que se generaron unos 931 millones de toneladas de residuos alimentarios, el 61 % de los cuales procedían de los hogares, el 26 % del servicio de comidas y el 13 % del comercio minorista. Esto sugiere que cerca de 17 % de la producción mundial total de alimentos puede desperdiciarse.

Consecuencias del desperdicio de alimentos

Los efectos negativos en el clima del despilfarro de alimentos comprometen a su vez nuestra capacidad de alimentarnos, como el pez que se muerde la cola. En este sentido, el cambio climático afecta a los cuatro principios de la seguridad alimentaria:

  Disponibilidad

Contar con el suministro adecuado de alimentos a escala nacional, regional o local.

  Acceso

Tener la capacidad económica, física o cultural para conseguir los alimentos más básicos.

  Consumo

Adquirir alimentos con calidad higiénica y capaces de satisfacer las necesidades nutricionales.

  Estabilidad

Capacidad para enfrentarse a situaciones de escasez alimentaria de carácter cíclico o estacional.

Las Naciones Unidas también destacan que la pérdida y el desperdicio de alimentos pueden tener repercusiones negativas en la disponibilidad de alimentos, además de contribuir a aumentar el costo de la alimentación.
 

Infografía
Los alimentos que más (y menos) contribuyen al cambio climático.

  VER INFOGRAFÍA: Los alimentos que más (y menos) contribuyen al cambio climático [PDF]

Cómo reducir el impacto ambiental del desperdicio alimentario

Ante el impacto de nuestra dieta en el calentamiento global, la ONU concluye que la pérdida y el desperdicio de alimentos constituyen uno de los principales desafíos de las próximas generaciones, ya que repercuten negativamente en la seguridad alimentaria y la nutrición, además de contribuir de forma significativa a las emisiones de gases de efecto invernadero y la pérdida de biodiversidad. De ahí la necesidad de introducir un cambio transformador para aprovechar al máximo los alimentos que se producen.

Para ello, es fundamental aumentar la sensibilización colectiva y garantizar la implementación de acciones eficaces como la incorporación de tecnologías innovadoras (plataformas de comercio electrónico para la comercialización, por ejemplo) y la adopción de nuevas formas de trabajos y buenas prácticas para mejorar la gestión de la calidad de los alimentos. Además, es necesario una monitorización de la situación de carácter anual, ya que solamente con datos confiables se podrá seguir el progreso de la meta 12 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Producción y consumo responsables).

En consecuencia, la organización apuesta por un enfoque global más sostenible junto a la puesta en marcha de medidas tempranas como estrategia para abordar el cambio climático. A su vez, recomienda políticas complementarias que favorezcan la disminución del crecimiento demográfico y las desigualdades, así como una mejor nutrición y un menor desperdicio alimentario.