Reforestación

La reforestación, una alternativa para revertir la desertificación

Naturaleza

La desertificación, o pérdida de suelo fértil y productivo, es uno de los problemas que ahondan —al reducirse el número de árboles incrementa el efecto invernadero— en la crisis climática que vive el planeta. Una de las soluciones es la reforestación. Pese a sus inconvenientes, se ha convertido en una alternativa para volver a colorear de verde miles de hectáreas.

Reforestación
La reforestación se encarga de repoblar zonas afectadas por la deforestación.

Sin bosques, la vida en la Tierra no sería posible. Estos, junto a los océanos, son el pulmón del planeta y su papel en la lucha contra el cambio climático es vital al absorber cada año unos 2.000 millones de toneladas de CO2 —principal gas de efecto invernadero y gran culpable del calentamiento global—. La trascendencia y el valor de estos ecosistemas terrestres es tan incuestionable que su cuidado y respeto forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En concreto, el ODS 15: Vida de ecosistemas terrestres busca proteger, restablecer y promover su uso sostenible.

Casi una tercera parte del planeta está cubierta de bosques, lo que equivale a 4.060 millones de hectáreas. Estas grandes masas arboladas nos proveen de lo esencial para la supervivencia: el agua que bebemos, los alimentos que comemos y el aire que respiramos. Sin embargo, estamos acabando con nuestra fuente de vida: la mano del hombre elimina 13 millones de hectáreas de bosque cada año.

La sobreexplotación de los recursos naturales, a través de la tala o el crecimiento urbano, es la principal causa atribuible al ser humano en lo relativo a la desertificación, pero hay otras que no dependen de él. Entre ellas, se encuentran las lluvias poco constantes y las sequías estacionales, la erosión del suelo y las tierras pobres, o los incendios forestales a causa del cambio climático. Ante este escenario, la reforestación se revela como una de las estrategias más efectivas para revertir este problema.

Qué es la reforestación. Objetivos y beneficios

La reforestación consiste en repoblar zonas deforestadas para recuperar bosques destruidos en el pasado reciente. Ante la pérdida de grandes masas forestales, vitales para la absorción de CO2, la generación de oxígeno y la lucha contra el cambio climático, se hace necesaria la plantación masiva de árboles nuevos con el objetivo de evitar la pérdida de ecosistemas y frenar el deterioro del planeta.

Bosques
¿Por qué es importante cuidar de los bosques?

  VER INFOGRAFÍA: ¿Por qué es importante cuidar de los bosques? [PDF] Enlace externo, se abre en ventana nueva.

La reforestación, por tanto, contribuye a la consecución de diversos objetivos, todos ellos encaminados a recuperar la estabilidad que proporcionan los bosques:

 Restablecer la pérdida de biodiversidad

Los bosques albergan más del 80 % de todas las especies terrestres del mundo. En concreto, según El estado de los bosques en el mundo 2020 (FAO) acogen a más de 60.000 especies arbóreas, al 80 % de los anfibios, al 75 % de las aves y al 68 % de los mamíferos. Su degradación y desaparición aboca a cientos de especies a la extinción pese a los esfuerzos de conservacionismo. La Estrategia de Biodiversidad de la Unión Europea para 2030 prevé la plantación de al menos 3.000 millones de árboles en territorio europeo para contribuir a la protección de la biodiversidad.

 Reducir el dióxido de carbono en el aire

La actividad del ser humano causa emisiones anuales de en torno a 40 Gt CO2. La mitad de estos gases se quedan en la atmósfera contribuyendo al calentamiento global y la otra mitad es absorbida por bosques y océanos. Reforestar es fundamental para nuestra propia subsistencia: los bosques son sumideros de carbono imprescindibles para frenar el cambio climático. Sin ellos, la temperatura promedio del planeta seguirá en aumento, con la consecuente elevación del nivel del mar o el deshielo de glaciares y polos, entre otros efectos climáticos.

 Revertir la erosión del suelo y revivir las cuencas hidrográficas

Los árboles del bosque, al frenar el viento y la caída del agua, protegen al suelo de la erosión. Los suelos erosionados e infértiles perjudican a la agricultura y favorecen los deslizamientos de tierra y las inundaciones repentinas. La reforestación busca paliar esa situación, también acentuada por la tala indiscriminada, preservando la fertilidad del suelo con unas raíces bien adheridas. A su vez, las cuencas hidrográficas reviven con la recuperación de nutrientes.

 Cuidar la salud del ser humano

La deforestación y sus efectos sobre el hábitat no solo nos privan de nutrientes esenciales, sino que son las principales vías de transmisión de enfermedades infecciosas emergentes, incluida la COVID-19. El 75 % de estas enfermedades, entre ellas la gripe aviar o el ébola, se transmiten de la vida silvestre a las personas. La degradación de los bosques, sin una óptima reforestación, propicia la exposición de los seres humanos a enfermedades zoonóticas.

Tipos de reforestación

Según el lugar en que se practique, se distinguen dos tipos de reforestación:

  • Reforestación urbana. Referida a la plantación de árboles en entornos urbanos. Su objetivo tiene que ver con las propias necesidades de la ciudad: modificar el clima —los espacios verdes son buenos para combatir el calor—, mejorar la calidad del aire —la alta incidencia de tráfico en las ciudades hace que suban los niveles de CO2—, aumentar las zonas de sombra o embellecer el entorno.
  • Reforestación rural. Se trata de la plantación masiva de árboles en superficies forestales que han sido deforestadas, es decir, donde antiguamente existían bosques, selvas o vegetación semiárida. También puede darse en áreas donde estos antes no existían, aunque el término adecuado en ese caso sería forestación. Dentro de la reforestación rural, se enmarcan distintos subtipos atendiendo al objetivo: de conservación, de protección y restauración, agroforestal o productiva.

Cómo se realiza una reforestación

Para reforestar un terreno baldío por la tala indiscriminada, por un incendio o por la deforestación a causa del cambio climático hay que trazar un plan. La reforestación ha de ser sostenible, es decir, no se trata de plantar árboles arbitrariamente. A continuación, repasamos las principales cuestiones a tener en cuenta:

  Realizar un estudio de campo

Antes de nada, hay que estudiar el terreno y comprobar las condiciones del lugar: desde el suelo —profundidad, textura, fertilidad— al clima —temporada seca o húmeda (es indispensable que haya humedad)— o al tipo de población que habita en el ecosistema —fauna y flora autóctona—.

  Elegir las especies repobladoras

Lo más recomendable es optar por especies autóctonas, pero también pueden incluirse especies importadas de crecimiento rápido que sean compatibles con el suelo y el clima. El germoplasma forestal ha de ser de buena calidad y lo ideal es que el vivero de procedencia se encuentre a no más de 100 kilómetros. La forma y el momento del transporte también son importantes, evitando el sol o las fuertes corrientes de viento.

  Optar por un método de plantación

Hay que preparar el terreno, elegir las herramientas adecuadas y optar por la técnica menos invasiva. Además, debemos tener en cuenta la altura y cobertura de cada nueva planta para que no se perjudiquen entre ellas. La plantación no se acaba con la introducción del germoplasma forestal, sino que se debe llevar a cabo un plan de seguimiento.

  Establecer un plan de protección

Dentro del plan de seguimiento, se debe desarrollar el modo de proteger el bosque reforestado de posibles enfermedades, plagas, incendios o talas ilegales, entre otros. El mantenimiento y las evaluaciones son vitales para afianzar la reforestación.

Problemas de la reforestación

Según la Evaluación de los recursos forestales mundiales 2020 (FAO), más de 2.000 millones de hectáreas de bosque en el mundo tienen planes de gestión. La preparación de directrices para el correcto funcionamiento de los bosques es un punto de partida que no debe faltar a la hora de rehabilitar un bosque o de lanzarse a reforestar porque, como en todo proceso, pueden surgir problemas:

  • Si la reforestación es impulsiva, es decir, no cuenta con un buen plan de ejecución, puede ser contraproducente, perjudicando a la diversidad de especies o a los cultivos agrícolas.
  • En grandes cultivos forestales podemos conseguir el efecto inverso al buscado, desecando y empobreciendo los suelos por exceso de concentración salina.
  • Una mala elección de los nuevos árboles a introducir, así como su manera de plantarlos y posicionarlos puede ser perjudicial. Además, la introducción de especies invasoras puede favorecer la extinción de otras.
  • Una reforestación mal planteada podría desembocar en un monocultivo, que no solo afectaría a la diversidad de la flora autóctona sino también a los hábitats de los diferentes habitantes del bosque.