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#acción social #derechos humanos #integración #ODS
Iberdrola fomenta la aportación de alimentos y bienes de primera necesidad por parte de sus empleados. Desde 2012 se ha logrado reunir más de 20.400 kilos de alimentos; además, se han realizado actividades de voluntariado, como apoyo a comedores sociales para alimentar a familias vulnerables. Dentro de nuestro compromiso para mitigar la crisis de la COVID-19, se han preparado 90.000 menús solidarios para personas sin recursos.
Objetivo 2: Hambre cero. Transcripción del vídeo [PDF]
El grupo se marcó como objetivo para 2020 la recaudación de aportaciones voluntarias por parte de sus empleados de productos de primera necesidad para contribuir a paliar la situación de exclusión social y de pobreza en que se encuentran muchas personas. Entre sus acciones y logros:
Para contribuir a paliar la crisis económica, la compañía ha puesto en marcha campañas de recogida y donación de alimentos en España, Reino Unido, Estados Unidos, Brasil y México. La Operación Kilo se ha adaptado a un nuevo formato en el que la donación de los empleados se ha transformado en productos de alimentación para familias en situación vulnerable.
Fomento de actividades de voluntariado para el reparto de alimentos a familias en situación de vulnerabilidad, comedores sociales, etc.
En el marco del compromiso de Iberdrola para mitigar las consecuencias de la crisis del coronavirus, se han preparado 90.000 menús solidarios para personas sin recursos en Madrid y Vizcaya.
En México, la compañía ha repartido más de 10.000 paquetes de alimentos en las comunidades más vulnerables afectadas por la pandemia.
El ODS 2 busca poner fin al hambre en el mundo. Se enfoca en asegurar el acceso de toda la población, en especial la más pobre y vulnerable —incluidos los lactantes—, a una alimentación nutritiva, sana y suficiente, poniendo fin a todas las formas de malnutrición.
La malnutrición y el hambre hacen que las personas sean menos productivas y sufran más enfermedades. Esto impide que sus ingresos aumenten y no puedan mejorar sus medios de vida.
Los sectores alimentario y agrícola resultan vitales para la eliminación del hambre y la pobreza. Gestionados de forma adecuada y responsable, pueden alimentar a todo el planeta, así como generar ingresos, favorecer el desarrollo de la población del campo y proteger el medio ambiente.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), un tercio de los alimentos que producimos a escala mundial se desperdician. Aproximadamente, unos 1.300 millones de toneladas de alimentos se tiran a la basura cada año. En el último informe de la FAO se estima que en 2019 casi 690 millones de personas pasaban hambre en el mundo (casi 60 millones más que en 2014), siendo 135 millones de personas de 55 países y territorios las que sufrían inseguridad alimentaria aguda. De estos 55 países con crisis alimentaria, 75 millones de niños tenían retraso en el crecimiento y 17 millones de menores padecían emaciación en 2019 (nivel más alto de inseguridad alimentaria aguda).
La desnutrición crónica o retraso del crecimiento aumenta el riesgo de que los niños mueran por infecciones comunes; también se asocia a un desarrollo cognitivo deficiente.
La desnutrición se concentra en Asia y África, donde países como Etiopía y Kenia declararon la hambruna en 2017. Pero el hambre también afecta a muchas zonas de América Latina y el Caribe, donde la inseguridad alimentaria sigue aumentando.
Se estima que en 2050 seremos alrededor de 2 billones de personas más en el planeta y, sin embargo, habrá un 25 % menos de tierras cultivables. Por ello, se necesitan sistemas de producción alimentaria sostenibles y prácticas agrícolas resilientes que pongan fin al hambre y logren la seguridad alimentaria, la mejora de la nutrición y la promoción de la agricultura sostenible.
Erradicar el hambre y alcanzar la seguridad alimentaria se ha convertido en un gran desafío debido a los choques climáticos y la crisis de las langostas —enjambres de langostas han infestado 23 país, con África oriental en el epicentro—. Estos insectos están acabando con los cultivos y dañando granjas; además pueden llegar a comer cantidades ingentes de vegetales. Por si fuera poco, a estos inconvenientes se ha unido la crisis provocada por la pandemia de la COVID-19. La situación previa a la pandemia empeorará debido a la desaceleración económica y a las perturbaciones causadas por la recesión.
Si los pequeños productores de alimentos ya estaban en desventaja anteriormente, la pandemia les ha golpeado fuerte. Su papel es fundamental en la producción de alimentos a nivel global, pero los datos muestran que su productividad es sistemáticamente más baja, en promedio, que la de los productores a gran escala, siendo sus ingresos, en la mayoría de los países, menos de la mitad que los de los grandes productores.
Además, la COVID-19 ha traído consigo medidas de bloqueo para evitar la propagación del virus, lo que ha provocado el cierre de empresas y mercados locales. A los pequeños productores a menudo no se les permite llevar sus productos a los consumidores.
Ante esta situación, el fin del hambre se ha convertido en el ODS 2 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, aprobados en septiembre de 2015 como parte la Agenda 2030.
actualmente desnutrición.
menores de 5 años y no tienen la altura adecuada para su edad como consecuencia de una malnutrición crónica.
se encuentran en África y sus habitantes viven con menos de 1,20 $/día. Dos de cada 10 habitantes están subalimentados (hambre crónica)
90
80
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Las metas concretas fijadas para el año 2030 son: