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Almacenamiento de energía de larga duración: la clave para la descarbonización energética

¿Por qué es esencial el almacenamiento energético de larga duración?

En el camino hacia un sistema energético más limpio, seguro y resiliente, el almacenamiento de energía de larga duración se presenta como una solución imprescindible para garantizar la estabilidad del suministro en el camino hacia un modelo sin emisiones. Desde baterías de químicas avanzadas hasta soluciones térmicas, mecánicas o gravitacionales, el desarrollo de nuevas capacidades de almacenamiento no solo multiplica el aprovechamiento de la energía limpia, sino que también impulsa la eficiencia, la innovación y la independencia energética.

Batería de almacenamiento de energía en Campo Arañuelo, España.
Batería de almacenamiento de energía en Campo Arañuelo, España.

El almacenamiento de energía de larga duración (Long Duration Energy Storage, LDES, por sus siglas en inglés) hace referencia a sistemas capaces de almacenar energía durante más de 8-12 horas —y en algunos casos días o semanas— para liberarla cuando sea necesario. A diferencia de las soluciones de almacenamiento de pocas horas, como las baterías convencionales, el LDES permite equilibrar la oferta y la demanda energética a lo largo del tiempo, facilitando la integración masiva de energías renovables, reduciendo la dependencia de combustibles fósiles y mejorando la estabilidad de la red eléctrica.

Cada tecnología tiene sus fortalezas, por lo que resulta necesario comparar las diferentes tecnologías y elegir la que mejor se adapte a las necesidades que se quieren cubrir.

Superando la intermitencia de las energías renovables

Las energías solar y eólica, aunque limpias y abundantes, tienen un carácter variable, al depender de factores meteorológicos. Su uso requiere adaptar la planificación y operación del sistema eléctrico para asegurar un suministro continuo y estable. Esta variabilidad plantea retos técnicos como la gestión de la frecuencia, el equilibrio entre oferta y demanda en tiempo real o la respuesta rápida ante cambios imprevistos.

Para afrontar estos desafíos, se están desplegando soluciones complementarias que fortalecen el sistema energético: tecnologías de almacenamiento como las baterías o los sistemas de bombeo hidráulico; redes inteligentes que optimizan el flujo de energía; mejoras en los modelos de predicción meteorológica; y una mayor interconexión entre países para compartir excedentes y aumentar la resiliencia de la red.

Garantizando la estabilidad y seguridad del suministro

Aunque existen soluciones tecnológicas frente a los desafíos de la intermitencia, el verdadero reto para alcanzar un modelo energético sostenible radica en garantizar la estabilidad y seguridad del suministro eléctrico en un sistema con alta penetración de energías renovables. La clave está en combinar varias estrategias: reforzar la infraestructura de redes, diversificar el mix energético, aumentar la flexibilidad operativa además de desplegar tecnologías de almacenamiento de energía.

El almacenamiento —en forma de baterías, bombeo hidráulico— permite absorber excedentes renovables y liberarlos en momentos de baja generación, asegurando un flujo constante y fiable de electricidad. A esto se suman elementos clave como los sistemas de control avanzados, los inversores formadores de red o la mejora de las interconexiones internacionales, fundamentales para responder con rapidez a desequilibrios.

Todo ello, respaldado por una planificación territorial descentralizada y una regulación que incentive la resiliencia y la calidad del suministro, es fundamental para que la transición hacia un modelo energético más limpio no comprometa la seguridad ni la estabilidad del sistema eléctrico.

Habilitador de una red eléctrica 100% renovable

El almacenamiento de larga duración es el habilitador fundamental para una red eléctrica 100% renovable. Esto es precisamente porque permite guardar excedentes limpios y liberarlos cuando la producción es baja, garantizando un suministro continuo y fiable. Aporta flexibilidad y estabilidad al sistema eléctrico, facilita la integración masiva de renovables y evita el desperdicio de energía limpia. Además, mejora la eficiencia e impulsa la descarbonización.

Para lograrlo, es imprescindible desplegar un conjunto de tecnologías y estrategias habilitadoras:

Digitalización de redes inteligentes

La digitalización convierte la red eléctrica tradicional en una infraestructura dinámica, automatizada y orientada a datos. Las redes inteligentes (smart grids) emplean sensores, automatización, inteligencia artificial y sistemas de comunicación avanzados para supervisar y operar el sistema en tiempo real. 

Tecnologías de control avanzado (Grid Forming)

La tecnología Grid Forming es clave para la estabilidad de una red 100% renovable. Permite que los sistemas de almacenamiento y generación renovable actúen como generadores síncronos virtuales, aportando inercia sintética y estabilizando la red ante variaciones bruscas de frecuencia. 
 

Expansión y modernización de infraestructuras

El refuerzo y la modernización de las redes de transmisión y distribución son imprescindibles para evacuar la generación renovable desde zonas de alto potencial y evitar cuellos de botella. Tecnologías como el Dynamic Line Rating (DLR) permiten aumentar la capacidad de las líneas existentes hasta en un 30%, optimizando el uso de la infraestructura y facilitando la integración de más energía limpia. 
 

Almacenamiento y flexibilidad

El almacenamiento de energía, tanto a gran escala como distribuido, es un pilar fundamental para absorber excedentes renovables y liberar energía en momentos de baja producción. Junto con la gestión activa de la demanda y el acoplamiento sectorial (integración con transporte, calefacción o producción de hidrógeno verde), se habilita una red más flexible y resiliente, capaz de adaptarse a las fluctuaciones de la generación renovable.
 

Planificación integrada y regulación innovadora

La transición a una red completamente renovable requiere una planificación energética integrada que contemple generación, transmisión, almacenamiento y consumo, así como marcos regulatorios que impulsen la innovación, la participación ciudadana y la inversión en nuevas tecnologías. Ejemplos como el Centro de Control de Energías Renovables (Cecre) en España demuestran la importancia de la supervisión y control en tiempo real para mantener la calidad y seguridad del suministro.
 

Una red eléctrica 100% renovable es técnicamente viable y cada vez más necesaria para alcanzar los objetivos de descarbonización. Su habilitación depende de la combinación de tecnologías digitales, almacenamiento, infraestructuras reforzadas y una gestión inteligente y flexible del sistema eléctrico, bajo una regulación que incentive la innovación y la resiliencia.

Estas tecnologías están alineadas con las tendencias globales del sector y respaldadas por informes de mercado que proyectan un crecimiento exponencial: se estima que el mercado mundial de almacenamiento de energía alcance los 620.000 millones de dólares para 2025, impulsado por la adopción masiva de renovables y la innovación tecnológica.

Además, la integración de inteligencia artificial en estos sistemas permite optimizar la carga y descarga, mejorar la eficiencia operativa, extender la vida útil y anticipar desequilibrios en la red gracias a análisis predictivos.

Muchas de estas soluciones se están desarrollando con enfoques modulares y escalables, lo que facilita su implementación tanto a nivel residencial como comercial o industrial. Este enfoque flexible es clave para construir una red eléctrica más resiliente, sostenible y 100 % renovable.

Beneficios estratégicos del almacenamiento de energía a largo plazo

Más allá de su papel técnico en la estabilización del sistema eléctrico, el almacenamiento de energía a largo plazo ofrece beneficios estratégicos clave que lo posicionan como una herramienta fundamental para el futuro energético. Algunos de estos beneficios son:

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Estabilidad y seguridad del sistema eléctrico:

al permitir gestionar mejor los desajustes entre generación y demanda, incluso cuando la producción renovable es baja o impredecible.

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Aceleración de la descarbonización:

gracias a la integración más eficiente de fuentes limpias sin comprometer la continuidad del suministro.

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Mayor resiliencia de la red:

al ofrecer respaldo ante eventos extremos, picos de consumo o interrupciones imprevistas en la generación.

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Optimización de recursos y eficiencia económica:

al reducir vertidos de energía renovable no aprovechada y disminuir la necesidad de mantener infraestructuras fósiles como respaldo.

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Refuerzo de la independencia energética:

al disminuir la dependencia de importaciones de combustibles fósiles y diversificar las fuentes de respaldo.

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Impulso a la innovación y a la economía verde:

fomentando la creación de nuevos modelos de negocio, atracción de inversiones tecnológicas y generación de empleo cualificado.

Gestión flexible e inteligente de la red:

con servicios avanzados como arbitraje energético, regulación de frecuencia o descongestión de nodos críticos.

En conjunto, estos beneficios convierten al almacenamiento de larga duración en un elemento estratégico para garantizar la sostenibilidad, competitividad y seguridad del sistema energético del futuro.

Desafíos y barreras para la implementación a gran escala

A pesar de los avances tecnológicos, el almacenamiento de energía de larga duración enfrenta algunos desafíos para su despliegue masivo. Entre los principales obstáculos destacan los altos costes de inversión y operación, especialmente en tecnologías emergentes que aún no han alcanzado economías de escala. La volatilidad en el precio de materias primas como el litio y el níquel dificulta la reducción estructural de costes y limita la competitividad frente a soluciones convencionales.

Además, existen barreras regulatorias y administrativas, como la falta de un marco normativo claro, la complejidad de los trámites y la ausencia de mercados de capacidad bien definidos que incentiven la inversión privada. El acceso a la red eléctrica y la necesidad de adaptar infraestructuras para integrar sistemas de almacenamiento también suponen retos técnicos y logísticos significativos. Por último, la falta de modelos de negocio sólidos y de mecanismos para monetizar los servicios que aporta el almacenamiento (como la gestión de la demanda, el arbitraje energético o el respaldo a la red) ralentiza su adopción a gran escala.

El papel de Iberdrola en el fomento del almacenamiento a largo plazo

Iberdrola es uno de los actores clave en el impulso del almacenamiento de energía de larga duración en el mundo. Desde la compañía, lideramos proyectos emblemáticos de almacenamiento hidráulico de bombeo y estamos invirtiendo en tecnologías avanzadas como baterías de gran capacidad y sistemas híbridos, integrando almacenamiento con renovables para maximizar el aprovechamiento de la energía limpia.

También participamos activamente en el desarrollo de nuevos modelos de negocio y en la colaboración público-privada para acelerar la integración de estas tecnologías en el sistema eléctrico. Además, apoyamos la innovación y la industrialización del sector, contribuyendo a la creación de empleo y al fortalecimiento de la cadena de valor nacional en almacenamiento energético. Su apuesta estratégica refuerza la resiliencia de la red y facilita la transición hacia un sistema energético más sostenible y seguro, alineado con los objetivos climáticos y de independencia energética de España y Europa.